
La inteligencia canina que muchos ignoran
Los perros son inteligentes. Y no, no me refiero solo a que puedan aprender a sentarse cuando se lo pides. También comprenden, deciden, anticipan, se frustran, y hasta adaptan su comportamiento según cómo se sienten y con quién están.
Y, sin embargo, aún hoy, muchos profesionales siguen limitando su enfoque a premiar lo “bueno” y castigar lo “malo”, como si educar a un perro fuera simplemente apretar botones y esperar respuestas automáticas. Como si los perros fueran máquinas de reflejos, en lugar de seres con emociones, necesidades y una capacidad de aprendizaje mucho más compleja.
¿Qué pasa cuando tratamos a un ser inteligente como si fuera simple?
Lo mismo que pasa cuando en clase te enseñan a memorizar sin comprender: aprendes lo justo, te frustras y, a menudo, terminas odiando la materia.
En educación canina, esto se traduce en relaciones tensas, perros bloqueados o hipervigilantes, tutores frustrados y comportamientos que “no mejoran a pesar de los premios”.
Y es que educar no es solo moldear conductas. Es acompañar procesos cognitivos y emocionales.
Un ejemplo: el famoso experimento de Skinner
El psicólogo Burrhus F. Skinner demostró que, a través del condicionamiento operante, una paloma podía aprender a girar sobre sí misma si recibía comida como refuerzo cada vez que lo hacía.
Interesante, ¿verdad?
Sí, pero… si solo nos quedamos ahí, caemos en el error de pensar que todo comportamiento es un simple resultado de “haz esto = recibes premio”.
Y eso es una parte del aprendizaje. Pero no lo es todo.
Entonces… ¿qué más hay?
Los perros aprenden no solo por consecuencias, sino también:
Por observación.
Por asociación emocional (¿cómo me hace sentir esto?).
Por ensayo y error.
Por su propia motivación o necesidad del momento.
Por el vínculo con su tutor o tutora.
Por sus propias vivencias pasadas (algunas, traumáticas).
Por el entorno en el que se encuentran.
Y si no tenemos todo esto en cuenta, corremos el riesgo de obviar su inteligencia, su capacidad de adaptación y su mundo emocional.
Un perro que “no responde” no es un perro testarudo
Es un perro que quizás está abrumado, tiene miedo, no entiende lo que le estás pidiendo o, simplemente, no encuentra sentido a lo que propones.
Por eso, en Canis Natura no trabajamos solo desde la conducta, sino desde la comprensión. Desde el respeto. Desde la ciencia que avanza. Y desde la idea de que cada perro es único, como tú.
¿Y qué podemos hacer diferente?
Observa antes de corregir.
Pregunta antes de imponer.
Conecta antes de enseñar.
Porque si respetamos la inteligencia del perro, no solo conseguimos que “obedezca”, sino que entendemos juntos cómo convivir mejor.
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